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jueves, 8 de enero de 2009

El auto que marcó una época: el Berta LR.

Es indudable que algunos hechos acaecidos en décadas anteriores marcaron a fuego un tiempo importantísimo para la historia del automovilismo deportivo en la república Argentina.

Uno de ellos, el Berta LR, tiene relación con un producto diseñado y construido en el país.

Oreste Berta fue el responsable de aquel desafío argentino, recurrió al motor Ford Cosworth, porque ninguna otra fábrica vendía sus motores.

Ese motor, decididamente, no readaptaba a la categoría, aunque por supuesto, era muy competitivo.

El chasis tampoco estuvo a punto, pues no hubo tiempo de seguir trabajando con continuidad en la puesta a punto de la suspensión, después del accidente de Oscar Mauricio Franco.

LA ADMIRACIÓN EUROPEA.

Para que Europa se asombrara. Así lo mencionamos en la primera nota que provocó la audaz y mágica idea de construir un SP argentino.

Cuando a Patricio Peralta Ramos y a Oreste Berta se les ocurrió fabricar esa joya mecánica argentina que se titulaba Berta LR, quizás por muchas mentes cruzó una palabra: imposible.

El mismo Juan Manuel Fangio sentenciaba: “Es probable que nosotros no nos asombremos mucho de lo que los europeos nos traigan acá. Pero tengan la seguridad que ellos sí se asombrarán de este auto».

Desde el box de Alfa Romeo, en los entrenamientos del viernes previo a la carrera, se lanzó esta frase: “Nos invitaron a correr esta temporada en la Argentina y se aparecen con un aparato que nos va a dar dolor de cabeza a todos”.

Los catorce periodistas que llegaron de Europa, invitados para estas carreras, revoloteaban curiosos por el box argentino.

Y las palmas de la multitud que rugió en el autódromo no se cansaron nunca de aplaudir a Berta, a Di Palma, a Marincovich, a Franco, a Peralta Ramos, a todos los que pusieron algo para que ese auto fuera realidad. Una realidad tan cierta como la del Torino en Nurburgring.

DUELO EN LA CLASIFICACIÓN.

Solamente a nosotros nos pueden pasar cosa así”, decía Oreste Berta en la clasificación, mientras Carlos Marincovich giraba el sábado en busca del mejor tiempo posible, una perdiz se cruzó frente al auto en el curvón.

Pudo haber pegado en cualquier lado, en la rueda, en la parte baja de la trompa, inclusive pudo haber entrado por la toma delantera de generosas dimensiones.

La perdiz golpeó en el faro delantero derecho, rompió el perspex, penetró dentro del auto, y entre otras “lesiones” inutilizó el radiador de agua.

Con el apuro que era de prever, se reemplazó el radiador, y se confeccionó un parche de chapa.

Quince minutos antes de finalizar la clasificación, el auto salió a girar nuevamente.

El registro obtenido fue de 1’ 55” 1/100, y alcanzó para asegurarse la cuerda en la segunda fila de largada.

LOS 1.000 KILÓMETROS.

En forma muy clara los 1.000 Kilómetros de la República Argentina, primera fecha de SP, demostraron quién era quién dentro del grupo de autos y pilotos venidos al país.

Matra y Alfa Romeo eran los dos únicos equipos oficiales y los que trabajaron con más serenidad que nadie.

No era casualidad, entonces, que entre ellos se haya discutido la mayor parte de la carrera una vez que se detuvo el inalcanzable Porsche 917 que condujo Redman.

Porsche, Alfa Romeo, Matra, Lola, Ford GT 40, y el esperado Berta LR en la presentación brillante de la temporada.

Sí, todos y cada uno de quienes poblaron el autódromo de la ciudad de Buenos Aires en ocasión de correrse esa prueba, vieron pasar al auto blanco, veloz y ruidoso, y tenían algo que decir.

Porque fue una sorpresa unánime, hasta el propio Carlos Marincovich, designado en la conducción del mismo, junto al entonces popular Luisito Di Palma, ante el accidente que tuviera un mes antes a la carrera, durante las pruebas, Oscar Mauricio Franco, se asombraba.

SUEÑO CUMPLIDO.

Por fin cumplía un anhelo de años: participar en una temporada internacional, con un auto argentino.

Claro que el optimismo no alcanzaba para tanto, para imaginar que no sólo participaría sino que además anduviera a la par y aún mejor que muchos exponentes europeos.

Ahora después de tanto bregar por eso, de todos los intentos anteriores, las palabras no logran describir las sensaciones; el Berta LR estuvo, Argentina estuvo, sin exageradas ambiciones, con la misma naturalidad de ellos y con los mismos elementos a que los europeos, entonces concurrían.

También fue la primera vez que el intento estuvo bien encaminado, sin los accesorios que se adquirieron en Europa, el auto no hubiera funcionado.

En el país, por aquellos tiempos, existían pocas cosas.

Aquella mentalidad nacionalista de hacer un auto argentino se había superado con criterio.

CARRERA COMPLICADA.

El domingo 11 de enero de aquel año, largada y detención del Berta LR en la segunda vuelta.

Un problema de turbulencia aerodinámica (depresión que se formaba en el interior del casco) succionaba nafta de la boca del tanque lleno y salpicaba en la cara de Luis Di Palma.

Este, alarmado ante la posibilidad de haber perdido la tapa del tanque, se detuvo, pero Berta lo hizo seguir, considerando que con pocas vueltas más, el consumo haría descender el nivel de combustible.

Mientras el auto giraba, evidenció que empujaba una barbaridad. Comparable al mejor auto europeo de la categoría.

Pocas vueltas más adelante, Di Palma paró para informar que el auto se había vuelto totalmente indócil, y que las vibraciones eran ostensibles.

Se buscó la causa, y no se la encontró en primera instancia. Berta, por razones lógicas de seguridad, no permitió que el auto saliera a girar nuevamente.

Poco después, advirtieron cuál era la causa del problema; uno de los contrapesos que balancea correctamente la rueda, se había desprendido y caído en el interior de la llanta, donde quedó alojado.

Lógicamente, el plomo suelto hubiera desequilibrado a cualquier auto.

Una vez cambiada la rueda, salieron a girar nuevamente, y al comprobar que el tiempo empleado para la vuelta no había sufrido merma, resolvieron guardar el auto para la carrera venidera.

FUENTE: ALBERTO ZAPATA (EL DIARIO DE PARANÁ).