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viernes, 20 de junio de 2008

El adiós a una leyenda del Ford T: Hugo Abel Enrique.

El nogoyaense Hugo Abel Enrique, todo un símbolo, fue figura destacada en la categoría más popular de Entre Ríos en los años cincuenta y sesenta.

Apodado el campeón sin corona, fue un deportista cabal, que supo merecer el generalizado respeto y sincero aprecio de todos los que lo conocieron.

Hugo Abel Enrique incursionó en el automovilismo dentro de la categoría Ford T, en una carrera que se disputó en su pueblo natal, con la dicha de llevarse la victoria, y despertó el interés de quienes años después fueron sus colaboradores.

El hecho aconteció el 16 de octubre de 1955, con un auto construído por Fulco, más conocido por Fuente Buena y Chelín. Ese día ganó clasificación, serie y final.

Un total de 22 victorias, y 54 segundos puestos, fueron los mejores resultados que obtuvo en su paso como automovilista por la provincia.

Hasta el último de sus días, Hugo Abel Enrique -que murió la semana pasada en Puerto Rico (Misiones)- iba a sostener, terminante, que le habían quitado la posibilidad de ser campeón entrerriano de Ford T, durante la disputa del Coronación de 1959 en la ciudad de Colón, cuando se prolongaba en medio de una niebla que provocaba el juego de los intereses y a favor de quienes entonces la dirigían.

Y así fue, Isidro Getsner, de Concepción del Uruguay, se llevó el torneo.

De allí el campeón sin corona el apodo para un deportista cabal, que supo ganarse el respeto y el aprecio de quienes lo conocieron.

Aquella carrera, Gran Premio Coronación de la temporada de 1959, la troupe del Ford T se trasladó a aquella ciudad, en donde debía definirse uno de los torneos más peleados, entre dos grandes del volante.

Uno de Nogoyá, Hugo Enrique, y otro de Concepción del Uruguay, Isidro Getsner, quienes llegaron a la última carrera con el mismo puntaje.

No fue un buen día para Enrique, no por haber perdido la posibilidad de ser campeón, sino que se la quitaron los propios fiscalizadores, quienes entendieron que todo había quedado definido, cuando en la tercera vuelta de la carrera final, una torrencial lluvia cubría en circuito, y hasta allí, Getsner y Enrique en ese órden marchaban, y vieron así la bandera de cuadros dando por finalizada la prueba.

Pero hubo quienes lo observaron y no tardaron en darle la oportunidad de conducir uno de los autos del equipo de Luis Niemiz, entonces para la Fuerza Libre, el que tuvo ocasión de probar y de medirse con otros consagrados de la época en el circuito de Rafaela.

Fue uno de aquellos pilotos que ponían todo de sí, sabía equilibrar cualquier cuestión con su talento para conducir, su oído para advertir el menor desfallecimiento de la máquina y una inquebrantable convicción de sus propias fuerzas.

Pocos pilotos, entonces y después, conseguirían dosificar sus estrategias para ganar conservando algunas vueltas del motor.

Para llegar antes escapando lo menos posible de cualquier persecución. Así, hasta que un día decidió abandonar la práctica deportiva.

Es que aquel chasis convencional que condujo en tantas carreras, una de ellas, con sabor de triunfo, el Coronación de 1957 en las calles del Parque Urquiza, había cumplido su ciclo; más tuvo la oportunidad de correr sus últimas carreras con un Bravi-IKA, y luego con un Bravi-Peugeot, primero de la mano de Enrique Martínez, padre del Gurí Martínez, y luego respaldado por un grupo de amigos.

En los años 1972 y 1973, el momento había llegado como todo llega en la vida, y tras su alejamiento, su inactividad como conductor de autos de competición, su interés por los que llegaron detrás de él, uno de ellos, los primos Héctor y Osvaldo Niemiz, amigos de toda su vida, a quienes supo admirar y reconocer sus conocimientos sobre autos de competición.

Y por último, a uno de los hijos de su amigo Enrique Martínez, quién le había posibilitado la “vuelta” a la categoría de sus amores, la Fórmula Entrerriana allá en 1971, lejos entonces de pensar que el Gurí sería hoy un grande del automovilismo actual, a quien siguió y alentó desde sus comienzos. A su familia, a sus amigos, mi respeto.

FUENTE: ALBERTO ZAPATA (EL DIARIO DE PARANÁ).

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