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martes, 9 de septiembre de 2008

Carlos Pairetti dominó las 500 millas de Rafaela '68.

Fue en 1968 una nueva edición de la prueba en el circuito santafesino, donde a pesar de la oposición que tuvo ante el chasis importado Cooper y la limonada que le dieron en lugar de agua, el piloto del Chevrolet 250 se quedó con el triunfo.

No fue una fecha más para el automovilismo argentino, aquel 25 de agosto de 1968, en oportunidad de correrse una nueva edición de las tradicionales 500 Millas de Rafaela, desarrolladas en el veloz autódromo de aquella ciudad santafecina.

Independientemente del interés que tenía aquella disputa, Oreste Berta había importado un chasis Cooper para correr en Fórmula 1 Argentina con Eduardo Copello al volante, motorizado por un Tornado.

Una conjunción exacta para la época, cuando la categoría comenzaba a mostrar varios autos con motor a popa.

Fue notoria la diferencia que el piloto cuyano hacía sobre el resto, en cada oportunidad en que la categoría se mostrara.

Había todo para ganar: auto, piloto, y buen equipo. Eduardo Copello, entonces imbatible sobre el Cooper-Tornado, necesitó perder para clasificarse casi virtual campeón argentino de Fórmula 1, tras su segundo puesto detrás del avasallador Carlos Pairetti, en la tradicional carrera santafecina.

CON VIENTO A FAVOR.

Y así llegó la carrera más importante del calendario, las 500 Millas de Rafaela, en la que el equipo de la Comisión de Concesionarios General Motors con Carlos Pairetti como piloto, sobre el chasis que Carlos Destéfano había construido para el Automóvil Club Sunchales destinado a Vicente Cipolatti, que, llevaba un motor Chevrolet 250 asomaba como el principal adversario del Cooper de Copello.

Y así fue. El piloto de Arrecifes no llegaba solo a Rafaela, varios ingenieros con sus ayudantes, gran cantidad de repuestos. Fueron a ganar, y todo se presentó a favor.

Por el lado del equipo cordobés, Oreste Berta tuvo que bajar el motor luego de la clasificación del sábado, lo que significó largar la carrera en ablande.

Y también que, pese al error de sus colaboradores o de su forma de expresarse, le dieran limonada, en lugar de agua, con lo que se lavó la cara y perdió más tiempo del necesario en el reabastecimiento.

Esto le sucedió a Carlos Pairetti, pero pudo ser más grave y aún siéndolo bastante, ya que significó un minuto largo más del necesario.

No obstante, pese a la limonada, el triunfo en las condiciones dadas, es determinante para la conjunción Pairetti–Chevrolet 250-Joseph-Sunchales-Destéfano.

Pero, también se escucharon voces en contra del producto extranjero, que indudablemente hacía la diferencia sobre el resto.

Años después el mismo Orestes Berta comenzaría la construcción en serie de chasis para ambas especialidades.

RUIDO DE MOTORES.

Aquella carrera que había comenzado el día viernes, mostraba a Eduardo Copello con el Cooper-Tornado como el recormand de la jornada clasificatoria a 234,810 kph.

La carrera, que se la adjudicaría Carlos Peiretti, tuvo una duración de 3 horas, 42’ 15”, tuvo un promedio de 217,226 kph, y el record de giro, señalado en la vuelta 35, de las 174 que recorrieron, fue también para Pairetti a 227,743 kph.

Un mes antes de la tradicional carrera de Rafaela, el chasis Construído por Carlos Destéfano fue a las instalaciones de General Motors y allí se confirmó la participación de Carlos Pairetti en esa unidad, motorizado por un 250 de Ricardo Joseph.

Por el lado de los constructores se sumaron a las pruebas, Paco Martos, y Fortino, pero también José Froilán González aportó lo suyo.

El ingeniero Ricardo Joseph, pionero de esta nueva era del motor Chevrolet, la que se insinuara desde sus primeros intentos en motores para Turismo Anexo J, señaló que el motor que llevaría Pairetti en las 500 de Rafaela tendría 305 HP, a 6.200 rpm, con una velocidad final, en la recta del autódromo rafaelino de 280 kph.

Sin duda fue la herramienta necesaria para vencer a una dupla hasta allí imbatible, el Cooper- Tornado que conducía Eduardo Copello, escolta en aquella carrera.

El beatle de Arrecifes, Luis Di Palma no podía estar ausente en tan acontecimiento de la carrera más esperada por los monopostistas de la época.

Se subió por vez primera a una Maserati con motor Tornado, y se mezcló con los consagrados de entonces.

Una apretadísima lucha con Omar Cubertino, sobre un auto similar, que lo clasificó detrás del piloto arrecifeño.

FUENTE: ALBERTO ZAPATA (EL DIARIO DE PARANÁ).

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