Hacia fines de la inolvidable década del '70, la Fórmula Entrerriana comenzó a declinar sensiblemente, por varias razones.
Sin embargo voy a enumerar sólo las que me parecen las fundamentales, y que pudieron ser controladas, si los dirigentes hubiesen tenido mayor personalidad.
Desde mi punto de vista, compartido por Alejandro Solga -excelente Gerente Técnico de la ACTC (Asociación de Corredores de Turismo de Carretera)- ,con quién tuve un agradable encuentro hace unos días en un comercio de esta zona, los factores que más gravitaron para esa lamentable declinación, fueron dos:
la contratación de "motoristas" del ámbito nacional para la preparación de motores, como el caso de Próspero Bonelli, que le pagaba a Oreste Berta, y el de Reinaldo Vaccaluzzo que entabló relación comercial con Miguel De Guidi, para sacarle más vueltas a su 50. Y otros que hicieron tratos con Osvaldo Antelo, Guillermo Kissling, Vanze, etc.
Algunos pudieron seguirle los pasos, pero otros no. Y allí se comenzaron a notarse diferencias en los tiempos que registraba cada competidor en los distintos circuitos, excepto cuando las plantas motrices -que estaban al límite- no aguantaban y se rompían.
Las ventajas y desventajas comenzaron a ser irreversibles, porque los "motoristas" nombrados no cobraban $ 2,50 y muchos no podían pagar esas gruesas sumas y debían "conformarse" con preparadores locales.
También la insistencia de los volantes de la costa del Paraná: Héctor y Osvaldo Niemitz, Leopoldo Cumini y otros, para la implementación de las gomas slicks (sin dibujos) fueron encareciendo la categoría de una manera insostenible.
También intentaron "llevar" la conducción de la categoría para la ciudad de Paraná.
Las autoridades de la UVE no supieron, no quisieron o se dejaron embelesar por las "mieles del éxito" y fueron aceptando estos cambios, que acabaron con la querida Fórmula Entrerriana, que aún hoy lamentamos porque formó parte de la década del 70.
La misma de los 1700 campamentos diarios en Banco Pelay. De Tupinanbá, Iemanjá y Arco Iris, alrededor de Plaza Ramírez y de tantos otros eventos que concitaron -como ningunos- la atención popular.
Las carreras comenzaron a perder interés y por lo tanto el público fue dejando de concurrir, porque ya no se veían "pelotones" que competían casi a la par y el entusiasmo no brotaba.
FUENTE: ROBERTO BAROZZI (PERIODISTA E INVESTIGADOR).
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domingo, 6 de marzo de 2011
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