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lunes, 6 de febrero de 2012

Se cumple un nuevo aniversario del histórico triunfo de Oscar Gálvez frente a pilotos europeos en el circuito callejero del barrio porteño de Palermo (1949).

por Alfredo Parga para la revista Corsa 15/02/1999

Hubo un 6 de febrero de 1949 de gloria; un 6 de febrero para que el automovilismo argentino alcanzara su mayoría de edad cuando Oscar Alfredo Galvez concretaba, en medio del delirio que perlaba una lluvia pegajosa, obstinada y fría en los bosques de Palermo, lo que parecía ser un imposible. Ganarle a los europeos.

Es que por aquel entonces (cuando Maserati se escribía con doble T), entre la sonrisa buena que se desvanecía para siempre de Jean-Pierre Wimille, la parquedad rigurosa de Achille Varzi y el blanco cabello del joven Luigi Villoresi, habíamos creído ingenuamente -se nos había hecho creer- que no era posible que los alumnos supieran más que los maestros.

Ellos venian con su cruz, de alguna manera, porque habían sobrevivido en una Europa desgastada por la Segunda Gran Guerra. Y en esa Europa de escombros y dolor, casi no quedaban coches de carrera.

Y mucha de aquella pobre artillería deportiva había sido descubierta en viejos galpones en penumbras, bajo lonas enceradas de talleres viejos con pisos manchados de grasa y aceite...


¿Como iba a ser posible ganarles a esos súper hombres y a sus máquinas creadas para correr? Un año antes, el increíble Oscar había demostrado que tal cosa era posible. Era cuando se detenía en Palermo para cargar combustible, porque eso era lo que les convenía a los coches desembarcados de Europa.

Una detención teatral, que incluía en medio de la alucinante transmisión del maestro Fioravanti, hasta el golpe que un desconocido de siempre le daba en la boca con una bebida que Oscar no había pedido...

El 6 de febrero venía con lluvia. Oscar corría el pesado Alfa 3.8 y sin pretensiones (porque hasta el cigüeñal estaba remendado) comprobaba que la velocidad ajena no era tan grande. Y que la propia servía.

Todavía mis oídos estas llenos de la palabra de Oscar. "Uno menos...". Así contaba cuando otro adversario más se había ido del circuito o entraba en trompo en el resbaladizo piso. Al final aquel 6 de febrero de 1949, ganaba Oscar.

Y el milagro se haría costumbre (para la riqueza definitiva de nuestros candorosos sueños). Es que había legado la hora de los alumnos, que empezaban a saber más que los maestros...

FOTOS: EL GRÁFICO Y JMFANGIO.ORG.

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